domingo, 27 de enero de 2008

Fin


Dos copas de vino contemplan desde una orilla, como una sábana húmeda de transpiraciones blancas retuerce el aire. Y unos labios se rozan, y los seduce el último deseo de devorarse. Y unas piernas se frotan, se resbalan, al mismo tiempo que los humos de una vela y un sahumerio se pelean, y una respiración se agita. Y detrás del ojo de la cerradura, la inmaculada observa, y es sabroso el pecado. Pero entonces: ¿es bueno o es malo?, y si es bueno: por qué condenarlos a muerte.
El himno del infierno entona sus estrofas, y una lengua comienza a danzar sobre una piel y se sala de ella, y una saliva espesa color uva se derrama. Y ahora una cabeza gira hacia un costado, y una mano toma una copa, y una boca se llena de vino y se vacía en otra, y un aliento se quema. Un aroma a perfume que embriaga envuelve a una mujer, y esclavo de ese aroma un hombre se somete a un movimiento melódico. Y ahora son dos cuerpos envueltos en llamas, refugiados en el deseo de morirse. Los latidos no cesan y apuñalan sus pechos, y detrás de ellos, dos corazones empollan fantasmas.
El himno entona su última estrofa y el movimiento se acelera, y ese grito que arde en la garganta suelta una gota de respiración,
y adiós.



(28/08/05)



3 comentarios:

Sebastián Zaiper Barrasa dijo...

Me siento muy identificado con este texto. Como si yo hubiese estado allí!

Crispín dijo...

Es una vorágine de imágenes y sentimiendos. Muy vertiginoso e intenso. Buenísimo.

Joro dijo...

bueno, bueno, bueno.. muy bueno.